El nacimiento
de la República Aristocrática
Con una
alianza de los demócratas y civilistas,
encabezado
por Nicolás de Piérola, se daba fin al segundo militarismo y se
iniciaba lo
que Basadre denominó la República Aristocrática. Hasta ese momento
las
características del período eran la incapacidad de las clases dominantes de
convertirse
en clases dirigentes; desarticulación con las demás capas y clases
que se
mantenían marginadas social y políticamente; debilidad de las
instituciones
que se demostraba en la presencia de los militares en el poder,
el
europeizamiento de los partidos políticos y dependencia económica ante el
capital
extranjero.
La República
Aristocrática tuvo una larga vida y
duró hasta
1919. Se caracterizó por el predominio del sector burgués de la
clase
dominante sobre los terratenientes. Sin embargo, su alianza con el
capital
extranjero hizo imposible su desarrollo como clase nacional. Los
elementos más
saltantes de la época fueron la aparición y lucha política de
expresiones
orgánicas-partidarias al interior de la oligarquía, permanencia de
la exclusión
de la mayoría de la población peruana en el ejercicio y
participación
política, ejemplificado en el sufragio restringido, sistema
electoral que
no promovía ni garantizaba una auténtica representación nacional.
Hasta ese
momento seguía vigente la ley electoral de 1861 que fue criticada por
muchos
sectores, entre ellos el de Nicolás de Piérola. Entre 1895 y 1896 se
modificó
dicha ley, por la cual se creó juntas departamentales administrativas
y las
Comisiones de Registro Electoral. Se estableció la jurisdicción de la
Corte
Superior de Lima para señalar la validez de las credenciales electorales.
La ley
orgánica quedó aprobada el 28 de noviembre de 1896, descartándose la
elección de
la mesa, origen de las fraudulentas tomas de mesa y la auto
calificación
parlamentaria. La ley, sin embargo, ratificó la exclusión
electoral al
otorgar el derecho al voto a los varones mayores de 21 años,
alfabetos y
los mayores contribuyentes. Se consolidaba, una vez más, el dominio
político
excluyente de la oligarquía, pasándose de una dispersión absoluta al
mayor
centralismo electoral.
Reorganizando
el aparato administrativo del
estado,
liquidado el caudillismo militarista y establecida una suerte de
estabilidad
política, el Partido Civil, aliado de Nicolás de Piérola, llegó a
copar profesionalmente
la Junta Electoral Nacional y se distanció paulatina,
pero
definitivamente, del "Califa". Esto fue posible gracias al
control que
ejercía en el parlamento, que dio inicio a la larga hegemonía del
civilismo.
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